Hace unos días decidí pecar y darme un capricho… O más bien unos cuantos. A mi favor debo decir que eran las tres de la madrugada, que tenía insomnio y que, en ese momento, todo lo que cayó en mi cesta de la compra me pareció absolutamente imprescindible; más todavía teniendo en cuenta que las temperaturas ya comenzaban a acuciar el invierno. Unos días después, el repartidor llamaba a mi puerta con un pedido digno de un cambio de estación: una chaqueta de ante azul turquesa sorprendentemente calentita, un pañuelo para el cuello monísimo a juego con mi (también nuevo) jersey beige de cashmere, unas botas de equitación color caramelo y, aprovechando la nueva sección beauty de Zalando, un par de repuestos de mi máscara de pestañas waterproof favorita. Todo fondos de armario, me repetía mentalmente para justificar aquel gasto nocturno.
Y aunque las botas o el cashmere prometían convertirse en mis nuevos básicos de invierno, fue sorprendentemente la máscara de pestañas la que terminó robando todo el protagonismo. “¡Qué ojos! Si pestañeas muy rápido creo que podrías hasta despeinarme el flequillo”, me soltó una amiga el día que estrené todas mis nuevas adquisiciones. Nada de mi pañuelito y ni un comentario sobre mi chaqueta: su mirada estaba puesta, esta vez, en la mía. Y aunque es cierto que ese día había prestado especial atención a que mi maquillaje quedase perfecto, no podía negar que esa fórmula negra negrísima y resistente al agua había sido la única responsable de aquellos cumplidos. “Es que he aprovechado un pedido a Zalando para comprarme una nueva máscara de pestañas”, respondí, e inmediatamente después añadí: “Es la ‘Lash Sensational’ de Maybelline aunque, para ser sinceros, de nueva no tiene nada. He repetido más de una docena de veces porque levanta las pestañas como ninguna, no deja grumos ni se cae en la ojera y, para ser waterproof, resulta sorprendentemente fácil de desmaquillar”.
Diez minutos después de pronunciar aquella frase mi amiga ya se había hecho con una (y, de paso, también con unos vaqueros rectos de tiro medio y unos mocasines bicolores) mientras disfrutábamos de un capuccino con doble de espuma. Unos días más tarde, a mi WhatsApp llegaría el siguiente mensaje: “Tía, me encanta. No sé cómo no la había probado hasta ahora. Llega perfectamente a todas y cada una de las pestañas, me permite aplicar varias capas sin apelmazar y deja en la mirada un ‘efecto abanico’ que no había conseguido con ninguna otra máscara. Tienes que escribir un artículo pero ya”. Y aquí estoy, obediente, confesando a los cuatro vientos mi máscara de pestañas favorita. ¿Un consejo para desplegar su máximo potencial? Aplicarla desde la raíz girando el goupillon unos 180º en cada pasada. Y es que no sé si es el cepillo, la fórmula o la combinación de ambas, pero lo cierto es que funciona y, cuando algo merece la pena, hay que decirlo.
Más artículos sobre pestañas:
No hay comentarios:
Publicar un comentario